Ya estamos a viernes. Acabo de llegar a Madrid procedente de Costa Rica. Aún siento el efecto del jet lag. He hecho muchas fotos. Y me vienen a la mente en borbotón varias cosas que he aprendido, o más bien reforzado, en este viaje.
La primera es que por mucho que viajes, por mucho que te muevas por el mundo, en todos los continentes, países y razas vas a encontrar el mismo perfil humano: gente que sale a la calle a diario a luchar por sacar adelante a los suyos, a su familia, a sus hijos. Será de una forma o será de otra, pero todos hacen (hacemos) lo mismo.
La segunda es que las únicas diferencias reales que nos separan a los humanos de todo el planeta son el lenguaje y la cultura. Son diferencias de entorno, pero no de intorno.
El 27% de Costa Rica es selva impenetrable.
¿Qué porcentaje tuyo también es impenetrable?
La tercera cosa es que todos los seres humanos, sin distinción de ninguna clase, buscamos una sola y única cosa: la felicidad. Pero aquí sí que hay enormes diferencias según sean la culturas y las religiones.
La cuarta cosa es que, a pesar de lo anterior, muy pocas personas, casi ninguna, encuentran ese valioso tesoro.
Se cuenta de un monje oriental que perdió la llave de su casa y se tiró al suelo en el jardín para buscarla en el césped. Algunos amigos y condiscípulos se ofrecieron a ayudarle, pero al cabo de un rato y después de constatar que la llave no estaba en el jardín, le preguntaron que dónde la había perdido. Él les respondió que dentro de la casa, a lo que respondieron airados que por qué la estaban buscando fuera. Su sorprendente respuesta fue: “es que aquí había más luz”.
Nosotros igual. Llevamos la felicidad dentro, la traemos al nacer, pero la buscamos fuera, en el mundo, en las cosas, en el tener y en el hacer (pero no en el Ser), porque “hay más luz”, hay más atractivo.
Y lo que es peor es que NADIE nos ha dicho NUNCA esto de que la felicidad viene con nosotros y que solo hay que descubrirla y dejarla que brote. Nos han enseñado muchas cosas. Matemáticas, Física, Lenguaje, Ciencias Naturales y Sociales, y un largo etcétera. Pero se les olvidó lo único que al final importa: enseñarnos a VIVIR, a SER LIBRES, a SER FELICES.
Este árbol de raíces poco profundas consigue la estabilidad multiplicando sus apoyos de base.
¿Cómo son de profundas tus raíces? ¿Cuántos apoyos necesitas para mantenerte estable?
La quinta cosa que aprendí es que el estrés campa por sus respetos en todas partes. Con algunas excepciones, en todos sitios la gente vive acelerada, apresurada, angustiada, y eso acaba siempre pasando factura tarde o temprano. De ahí tanta enfermedad y tanto sufrimiento. Y no lo digo yo, lo dice la OMS.
La sexta cosa que pude constatar es que todos los humanos de aquí y de allá hablamos de lo mismo. A todos nos interesan las mismas cosas, tenemos las mismas inquietudes y buscamos los mismos objetivos en la vida.
Y finalmente, la séptima cosa que aprendí, o más propiamente que experimenté, es que me sentí unido, hermanado, a todas las gentes con las que me cruzaba o con las que establecía contacto. Me sentía UNO con ellos.
Y no me detengo en comentar el paisaje, la flora, la fauna y las bellezas del país, que son incomparables, porque me he querido centrar en las personas, en el ser humano. Solo he añadido algunas fotos tomadas allí, para ilustrar y acompañar.
El Tapir agrede cuando se siente atacado, y las consecuencias pueden ser graves e irreparables.
¿Te suena?
Bueno, pues esas 7 cosas que he mencionado ya las sabía. He vivido muchos años en varios continentes y he recorrido muchos países. Pero revivirlo es vivirlo de nuevo. Es recordarlo en vivo, es redescubrirlo, que nunca viene mal y te hace más sensible a tu entorno y más benevolente con la gente que te rodea.
Namasté
Un fuerte abrazo
José Luis Wagener